Las necesidades asistenciales de las personas de edad avanzada son complejas y multifactoriales, debido a los cambios fisiológicos, metabólicos y psicosociales que ocurren con el envejecimiento. Estos cambios pueden afectar no solo la capacidad funcional del individuo, sino también su estado nutricional, lo que incrementa la vulnerabilidad a una serie de trastornos y enfermedades. Por lo tanto, es esencial conocer los diversos factores que influyen en el estado nutricional de las personas mayores para poder ofrecerles un cuidado integral que no solo atienda sus necesidades médicas, sino también sus necesidades nutricionales.
Uno de los factores más comunes que afecta el estado nutricional en la población geriátrica son los defectos de dentición. A medida que las personas envejecen, la salud bucal puede deteriorarse debido a la pérdida de dientes, enfermedades periodontales o una higiene bucal deficiente. La pérdida de dientes o la dificultad para masticar puede llevar a una reducción en la variedad de alimentos consumidos, limitando la ingesta de ciertos nutrientes esenciales. Esto puede afectar la elección de alimentos, llevando a una dieta menos variada y, por ende, a deficiencias nutricionales.
La sequedad de boca, o xerostomía, es otro factor frecuente en las personas mayores, y puede estar asociada a diversos factores, como la disminución de la producción salival, efectos secundarios de medicamentos o condiciones médicas subyacentes. La saliva no solo facilita la masticación y la deglución, sino que también juega un papel importante en la protección de los tejidos orales y en la digestión inicial de los alimentos. La sequedad bucal puede dificultar la ingesta de alimentos y aumentar el riesgo de desnutrición al hacer que comer sea incómodo o doloroso.
Las alteraciones sensoriales, como la disminución del gusto y el olfato, son comunes con la edad y pueden influir en las preferencias alimentarias. La pérdida de estas capacidades puede hacer que los alimentos resulten menos atractivos o apetitosos, lo que puede llevar a una ingesta insuficiente de alimentos y, por lo tanto, a carencias nutricionales. Estas alteraciones sensoriales también pueden afectar la capacidad del cuerpo para detectar la frescura o calidad de los alimentos, lo que aumenta el riesgo de intoxicaciones alimentarias o de consumir alimentos menos nutritivos.
El estreñimiento es otro problema común en las personas mayores, relacionado en muchos casos con la falta de fibra en la dieta, la disminución de la actividad física y el uso de ciertos medicamentos. Este trastorno puede generar molestias y afectaciones en la calidad de vida, lo que, a su vez, puede influir en los hábitos alimentarios. Un estreñimiento persistente puede generar una reducción en la ingesta de alimentos debido al malestar, y en casos más graves, puede interferir con la absorción de nutrientes, contribuyendo al deterioro nutricional.
La malabsorción es otro factor clave que afecta a muchas personas mayores. Con el envejecimiento, la función digestiva puede disminuir debido a la reducción de la motilidad intestinal, la disminución de la producción de enzimas digestivas o la alteración de la microbiota intestinal. Esto puede impedir que los nutrientes sean absorbidos de manera eficiente, incluso si se están ingiriendo en cantidades adecuadas. Condiciones como la enfermedad celíaca no diagnosticada o la insuficiencia pancreática pueden ser responsables de esta malabsorción, lo que hace necesario un enfoque específico en la dieta y, en ocasiones, el uso de suplementos nutricionales para corregir las deficiencias.
Los factores carenciales, como la deficiencia de hierro o vitamina B12, son comunes en la tercera edad debido a una ingesta insuficiente de estos nutrientes esenciales. La deficiencia de hierro puede dar lugar a anemia, una condición que afecta negativamente la energía y la función cognitiva, mientras que la falta de vitamina B12 puede conducir a trastornos neurológicos y cognitivos. Estos déficits pueden ser causados por una dieta deficiente, alteraciones en la absorción intestinal o el uso de medicamentos que interfieren con la absorción de estos nutrientes.
Además de los factores fisiológicos y nutricionales, la comorbilidad asociada es otro aspecto fundamental en la evaluación de las necesidades asistenciales en las personas mayores. La presencia de enfermedades crónicas como la diabetes, la hipertensión, la insuficiencia renal o las enfermedades cardiovasculares afecta no solo la salud general de la persona, sino también su estado nutricional. Las comorbilidades a menudo requieren intervenciones dietéticas específicas y el uso de medicamentos, lo que puede alterar los hábitos alimentarios y aumentar la complejidad de la gestión nutricional.
Los factores socioeconómicos y culturales desempeñan un papel crucial en el estado nutricional de las personas mayores. Las personas de edad avanzada pueden enfrentarse a barreras económicas que dificultan el acceso a alimentos frescos y nutritivos. Además, las limitaciones sociales, como el aislamiento o la falta de apoyo familiar, pueden reducir su capacidad para acceder a una alimentación adecuada o seguir las recomendaciones dietéticas. Las diferencias culturales también pueden influir en las preferencias alimentarias y en la disposición para seguir ciertos tipos de tratamiento nutricional, lo que resalta la importancia de considerar el contexto cultural al diseñar planes de cuidado nutricional.
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