Una vez completada la anamnesis, que proporciona al médico información sobre los síntomas subjetivos del paciente, se procede a la siguiente fase fundamental del proceso diagnóstico: la exploración física. Esta etapa es crucial porque permite al médico obtener datos objetivos mediante la utilización de los sentidos, herramientas esenciales para la evaluación clínica. A través de la vista, el tacto, el oído y el olfato, el profesional de la salud puede identificar signos patológicos o anormales, así como signos normales, que complementan y enriquecen la información obtenida en la anamnesis, contribuyendo a la construcción progresiva del cuadro clínico del paciente.
La inspección es el primer paso en la exploración física y se realiza utilizando la vista. Durante esta fase, el médico observa detenidamente al paciente, buscando cualquier signo visual evidente de alteración en su apariencia, como cambios en el color de la piel, la postura, la presencia de edemas, asimetrías o deformidades. La inspección también incluye la observación de patrones de comportamiento, la movilidad y la expresión facial, lo que puede proporcionar información sobre posibles trastornos neurológicos, respiratorios o cardiovasculares.
La palpación, que se realiza con el tacto, permite al médico evaluar de manera más profunda la superficie y las estructuras internas del cuerpo. Mediante la palpación, se pueden detectar irregularidades, como masas o bultos, cambios en la temperatura de la piel, aumento de volumen en los órganos internos, dolor localizado o tensiones musculares. Esta técnica también es útil para examinar el abdomen, el tórax o los ganglios linfáticos, por lo que permite identificar signos de afecciones musculares, digestivas o infecciosas.
La auscultación, realizada con el oído utilizando un estetoscopio, es otra técnica clave que se emplea para escuchar los sonidos internos del cuerpo, principalmente del sistema cardiovascular y respiratorio. Esta exploración permite detectar sonidos anormales, como ruidos respiratorios anómalos, soplos cardíacos o ritmos irregulares, que pueden indicar enfermedades en el corazón o los pulmones. La auscultación es particularmente importante para evaluar la función cardiaca y pulmonar, áreas en las que las alteraciones pueden ser silenciosas hasta que se examinan de manera detallada.
Una vez completada la exploración física, el médico cuenta con un conjunto de datos objetivos que se suman a los síntomas subjetivos recogidos en la anamnesis. Con esta información, la sospecha diagnóstica planteada inicialmente puede evolucionar hacia un diagnóstico de presunción o provisional. Este diagnóstico es una hipótesis más consolidada sobre la enfermedad o trastorno que afecta al paciente, basada en la integración de los síntomas y los signos encontrados durante la anamnesis y la exploración física. Aunque no definitivo, el diagnóstico de presunción permite al médico orientar el tratamiento y la solicitud de pruebas complementarias adicionales que confirmen o modifiquen la hipótesis clínica.
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