La decisión de realizar exploraciones complementarias es una de las tareas fundamentales del médico en el contexto del diagnóstico y tratamiento de un paciente. Sin embargo, este proceso debe estar siempre orientado por el principio ético central de la medicina, que es el interés del enfermo. En este sentido, el médico tiene la responsabilidad de evaluar cuidadosamente la necesidad de cada prueba diagnóstica, considerando sus beneficios y limitaciones, para no generar más perjuicios a la persona que ya se enfrenta a las consecuencias físicas y psíquicas de su enfermedad.
Cuando un paciente acude al médico, ya ha comenzado a experimentar una alteración en su bienestar. Esta alteración no se limita a los síntomas físicos, sino que también involucra un impacto significativo en el estado emocional y psicológico del paciente. La enfermedad, en muchas ocasiones, genera incertidumbre, ansiedad, miedo y estrés, lo que puede afectar aún más la calidad de vida del individuo. En este contexto, cualquier procedimiento médico adicional, como una exploración complementaria, puede representar una fuente de incomodidad, si bien puede ser necesaria para confirmar o aclarar un diagnóstico. Por lo tanto, es fundamental que el médico evalúe, más allá de la mera posibilidad técnica de realizar ciertas pruebas, si estas realmente van a contribuir de manera significativa a la mejora del diagnóstico y, en última instancia, al tratamiento del paciente.
El principio ético de no causar daño (primum non nocere) es crucial en la práctica médica, y se extiende al ámbito de las exploraciones complementarias. Realizar pruebas innecesarias puede implicar un conjunto de efectos adversos para el paciente, tales como la exposición a riesgos derivados de la propia prueba, la posibilidad de obtener resultados falsos que generen diagnósticos erróneos o la creación de expectativas falsas que conduzcan a tratamientos inapropiados. Además, las exploraciones complementarias pueden implicar costos adicionales, no solo en términos económicos, sino también en lo que respecta al tiempo y a la energía del paciente, lo que aumenta su carga.
Por tanto, la clave en la toma de decisiones sobre la realización de exploraciones complementarias radica en una evaluación crítica y personalizada. El médico debe valorar no solo la urgencia y la necesidad diagnóstica, sino también el impacto de la prueba en el bienestar general del paciente. Esta valoración debe considerar el tipo de enfermedad, la gravedad de los síntomas, las probabilidades de que la exploración proporcione información útil y las posibles consecuencias de no realizarla. En última instancia, el médico debe ser capaz de justificar la decisión de realizar una prueba adicional, asegurándose de que su beneficio neto sea mayor que los posibles perjuicios o incomodidades que pueda ocasionar.
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