La anticoagulación es el pilar fundamental del tratamiento para la tromboembolia venosa (TEV), que incluye tanto la trombosis venosa profunda (TVP) como la embolia pulmonar (EP). Su objetivo principal es prevenir la progresión del trombo y reducir la mortalidad y la recurrencia de la embolia pulmonar.
Los anticoagulantes no disuelven directamente el trombo, sino que impiden su crecimiento, permitiendo que los mecanismos fibrinolíticos endógenos del cuerpo lo degraden gradualmente. Esto disminuye el riesgo de embolización y de complicaciones asociadas, como la hipertensión pulmonar crónica en la EP o el síndrome postrombótico en la TVP.
En casos con alta sospecha clínica de TEV, se recomienda iniciar la anticoagulación incluso antes de confirmar el diagnóstico con estudios de imagen. Esta estrategia se basa en dos razones clave:
- Reducción del riesgo de progresión trombótica: Un retraso en la anticoagulación puede permitir que el trombo aumente de tamaño, incrementando el riesgo de embolización al pulmón.
- Disminución de la mortalidad: En pacientes con EP, la anticoagulación temprana se asocia con menor riesgo de colapso hemodinámico y muerte.
Antes de iniciar el tratamiento anticoagulante empírico, es fundamental evaluar el riesgo de sangrado del paciente. Aquellos con antecedentes de hemorragia activa, cirugía reciente, coagulopatías graves o alto riesgo de hemorragia intracraneal pueden requerir un enfoque más individualizado, como el uso de filtros de vena cava temporalmente o dosis ajustadas de anticoagulantes.
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