La distribución del agua en los compartimentos corporales constituye un aspecto fundamental de la fisiología humana, ya que el agua es el componente más abundante del organismo y desempeña funciones esenciales en todos los procesos biológicos. En un adulto sano, el contenido total de agua representa aproximadamente el sesenta por ciento de su peso corporal. Esta proporción varía según la edad, el sexo y la composición corporal. Las mujeres, debido a su mayor proporción de tejido adiposo, presentan un porcentaje ligeramente menor, en torno al cincuenta por ciento. Con el envejecimiento, la proporción de agua corporal disminuye progresivamente, situándose alrededor del cincuenta por ciento en hombres mayores de sesenta años y del cuarenta y cinco por ciento en mujeres de la misma edad. Por el contrario, en los lactantes, el contenido de agua es considerablemente más alto, oscilando entre el sesenta y cinco y el setenta y cinco por ciento del peso corporal.
Desde el punto de vista fisiológico, el agua corporal total se organiza en dos compartimentos principales: el intracelular y el extracelular. El primero alberga la mayor fracción del agua corporal, equivalente aproximadamente al cuarenta por ciento del peso corporal. Este compartimento comprende el líquido contenido dentro de las células y es esencial para el funcionamiento de los procesos metabólicos celulares, incluyendo la síntesis de proteínas, la generación de energía y la señalización intracelular.
El compartimento extracelular, que representa alrededor del veinte por ciento del peso corporal, se divide a su vez en varios subcompartimentos. El más relevante desde el punto de vista clínico es el espacio intersticial, que contiene aproximadamente el quince por ciento del peso corporal en forma de líquido que rodea y baña a las células, facilitando el intercambio de nutrientes, gases y productos de desecho. El otro subcompartimento principal es el espacio intravascular, que comprende el cinco por ciento del peso corporal y corresponde al plasma sanguíneo. Este líquido desempeña un papel crucial en la perfusión tisular y en el transporte de sustancias a través del sistema circulatorio.
Dentro del espacio extracelular también se identifica un compartimento adicional denominado espacio transcelular. Aunque representa solo entre el uno y el dos por ciento del agua corporal total, su importancia funcional es significativa. Este espacio incluye los líquidos localizados en cavidades separadas del resto del medio extracelular por epitelios especializados, tales como el líquido cefalorraquídeo, el humor acuoso del ojo, el líquido sinovial de las articulaciones, los líquidos pleural y peritoneal, entre otros.
Cuando el volumen del líquido transcelular aumenta de manera anómala, se hace referencia a este fenómeno como acumulación en el tercer espacio. Esta designación alude al hecho de que dicho líquido no participa fácilmente en los intercambios dinámicos con los otros compartimentos extracelulares. En situaciones patológicas como peritonitis, ascitis, derrames pleurales o quemaduras extensas, el líquido se acumula en este tercer espacio, donde se encuentra funcionalmente secuestrado, es decir, no disponible para la perfusión o el mantenimiento del volumen circulante efectivo. Esta condición puede generar un desequilibrio hídrico importante y poner en riesgo la estabilidad hemodinámica del individuo.
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