La seguridad del paciente y de la práctica médica son conceptos fundamentales dentro de la noción de calidad asistencial, dado que constituyen pilares esenciales en la prestación de servicios de salud. La calidad asistencial se entiende como el conjunto de características y elementos que permiten que la atención médica sea efectiva, eficiente, centrada en el paciente y libre de daños innecesarios. Dentro de este marco, la seguridad del paciente adquiere un rol primordial, pues implica la minimización de los riesgos y daños derivados de la atención médica, garantizando que los profesionales de la salud proporcionen servicios que promuevan el bienestar y la salud de los pacientes sin generar efectos adversos indeseados.
Uno de los principales objetivos de la seguridad del paciente es evitar la yatrogenia, término utilizado para describir los daños o trastornos causados por la intervención médica. La yatrogenia puede manifestarse en una variedad de formas, desde complicaciones derivadas de procedimientos quirúrgicos hasta efectos secundarios de medicamentos o diagnósticos erróneos. Estos daños no solo afectan la salud del paciente, sino que también pueden generar consecuencias psicológicas, emocionales y sociales, exacerbando la situación clínica inicial. Además, la yatrogenia aumenta la carga sobre los sistemas de salud, tanto en términos de recursos como de tiempo, ya que conlleva a la necesidad de tratamientos adicionales y prolongados, que podrían haberse evitado si se hubiera garantizado una atención más segura.
La prevención de la yatrogenia está intrínsecamente vinculada a la mejora de la práctica médica. La práctica médica debe basarse en principios éticos y científicos, apoyándose en evidencias actualizadas y protocolos rigurosos para la toma de decisiones clínicas. Es fundamental que los profesionales de la salud mantengan una actitud de vigilancia constante para identificar potenciales riesgos, se adhieran a las mejores prácticas y se sometan a procesos de formación continua para actualizar sus conocimientos y habilidades. La educación en seguridad del paciente, la comunicación efectiva entre los miembros del equipo de salud y la participación activa del paciente en su propio cuidado son estrategias clave para reducir la probabilidad de error médico y yatrogenia.
En este contexto, el error profesional debe ser entendido no solo como un fallo individual, sino también como un reflejo de posibles fallos en los sistemas y estructuras organizacionales que apoyan la práctica médica. La calidad asistencial no puede lograrse si se ignoran los factores sistémicos que influyen en el desempeño de los profesionales de la salud. Las políticas institucionales, la cultura organizacional y la implementación de tecnologías adecuadas juegan un papel crucial en la minimización de riesgos. Además, es necesario fomentar una cultura de transparencia y de aprendizaje de los errores, donde se analicen de manera objetiva las fallas para prevenir su repetición en el futuro.
Por lo tanto, la seguridad del paciente y de la práctica médica, en su interacción, buscan no solo evitar la yatrogenia, sino también prevenir cualquier tipo de error que pueda comprometer la calidad de la atención. Para que los sistemas de salud logren un nivel óptimo de calidad asistencial, deben ser capaces de integrar tanto la mejora continua de los procedimientos como la creación de entornos de trabajo que favorezcan la reflexión, la comunicación y el aprendizaje. La calidad asistencial, en este sentido, no es simplemente una cuestión de resultados clínicos, sino también de seguridad, ética y responsabilidad profesional, que busca proteger la salud y el bienestar del paciente en todas las etapas del proceso de atención.
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